El viernes 29 de agosto, nuestro Colegio Teresiano Enrique de Ossó se transformó en un espacio íntimo y profundamente simbólico. Vivimos una jornada donde el pan amasado con nuestras manos, el vino compartido con gratitud y el diálogo desde lo cotidiano nos revelaron la presencia viva de Jesús entre nosotros.
En un ambiente cuidado y bello, nos reencontramos como comunidad. Compartimos nuestras historias, nuestras búsquedas, nuestras certezas. Reconocimos en el pan y el vino gestos de comunión, memoria y espiritualidad. Y descubrimos que la cocina también puede ser oración, y el encuentro, fuente de sentido.
Agradecemos al Centro de Padres y Apoderados por esta innovadora celebración, y a cada corazón que la hizo posible. Que lo vivido siga fermentando en nosotros como levadura de unidad, fe y esperanza, fortaleciendo nuestra comunidad y el espíritu teresiano que nos une.
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